La ventilación tradicional siempre ha contado con la apertura manual de las ventanas de forma regular, para conseguir una calidad de aire, a priori, adecuada. Además, la deficiente calidad de las carpinterías, en las que la estanqueidad al aire dejaba mucho que desear, aportaba una pequeña ventilación más o menos continua, mejorando las condiciones de salubridad en los momentos en que no se estaba ventilando de forma consciente.
Aunque solemos defender las soluciones “tradicionales”, la ventilación por ventanas presenta varios problemas:
- No se asegura una ventilación continua a niveles adecuados, sobre todo si tenemos en cuenta que las ventanas actuales tienen un nivel de estanqueidad al aire muy superior a las fabricadas hace años.
- La apertura manual sólo asegura una correcta ventilación en los momentos de apertura y en invierno suele hacerse como mucho durante 10 minutos.
- Cuando abrimos la ventana estamos “tirando” a la calle la energía que hemos consumido para calentar o enfriar los espacios.
- En zonas contaminadas por el tráfico o la industria, el aire que introducimos en la vivienda está más contaminado que el propio aire de la vivienda.
- En calles ruidosas, generalmente en el centro de las ciudades, la apertura de ventanas a ciertas horas genera incomodidad acústica.
- El mobiliario, los productos de limpieza etc. emiten sustancias nocivas que, sin una ventilación continua, respiramos directamente.
¿Cómo solventar estos inconvenientes? Ventilación de Doble Flujo
La ventilación de doble flujo consiste en un sistema de ventilación en el que introducimos aire en cada espacio del edificio o vivienda, y desde los espacios húmedos (cocina, aseos, baños etc.) extraemos el aire viciado, gracias a un sistema de conductos correctamente regulado. Con ello conseguimos una renovación de aire constante, aumentando la calidad del aire de forma clara.
Pero, en la ventilación de doble flujo, la pieza clave que consigue las características diferenciales es la unidad de ventilación mecánica con recuperación de calor. Es decir que la importancia reside en realidad en la unidad que introduce el aire en la vivienda y finalmente lo acaba expulsando. ¿Por qué? Porque esta unidad tiene dos características fundamentales:
- Recupera el calor o el frío expulsados: Los conductos de entrada y salida de aire al edificio se “cruzan” en esta unidad, y en su encuentro (por supuesto sin mezclarse) intercambian el calor que contienen. De esa manera, en invierno, el aire frío que entra en la vivienda, recibe entorno al 80% del calor que transporta el aire expulsado, con lo que introducimos aire ya caliente en la vivienda y apenas perdemos energía. Lo mismo ocurre en verano, pero a la inversa, al aire caliente del exterior es enfriado por el aire interior expulsado, de manera que el 80% de la energía de climatización se recupera de nuevo. Puede sonar extraño, pero se trata de un sistema muy sencillo.
- Incluye filtros para mejorar la calidad del aire en función del nivel de filtrado que se desee. Es decir, que en zonas contaminadas podemos mejorar la calidad del aire e introducir en la vivienda un aire de calidad superior, y es posible filtrar el polen y la mayoría de los alérgenos del aire, por lo que en caso de personas alérgicas la diferencia aún es más importante.
Por lo tanto, con la ventilación de doble flujo se optimiza la ventilación para obtener los mejores resultados de salud, eficiencia energética y confort, con un sistema que no requiere una tecnología desorbitada.