Es rara la casa en la que falta, pero, incluso quienes se han preocupado por hacerse con el mejor modelo, suelen tener el microondas desaprovechado, relegado a la triste función de calentar —muy útil pero limitada—. Este instrumento es tan digno como el mejor robot de cocina, y merece ser redimido de su repetitiva existencia. Déjale cocinar huevos fritos —o, claro, poché—, verduras, bizcochos, galletas, carnes y pescados, sales, espumas… «Es perfecto para hacer langosta porque se cuece en sus propios jugos», aseguran desde Reader’s Digest. Tres chefs desvelaron sus recetas más top con un simple microondas, con coliflor o jamón.
Pero no solo los platos quedan bien, es que es una estrategia fácil y rápida que prácticamente no ensucia, y podría ser más eficiente, ecológicamente hablando (hay algunos modelos que llegan a utilizar muy poco más que una bombilla LED de 7 vatios a lo largo de toda su vida útil).
Antes de empezar, hazte con unos buenos recipientes de cristal con tapa: además de limpiarse mucho más fácilmente —¿quién no ha tenido que frotar hasta la extenuación, e infructuosamente, un táper teñido de salsa de tomate?— son más sostenibles, duraderos y se impregnan de menos olores y sabores. Son también muy útiles los estuches de silicona con bandeja troquelada para escurrir grasas y líquidos durante la cocción, pensados para cocinar en papillote. Esta técnica, que se basa en hacer los alimentos al vapor y cuyo resultado cobra su máximo sentido en pescados con verduras, es sabrosa y muy sana por ser especialmente eficaz conservando nutrientes. Y piensa en él como en un pinche: mientras preparas alguna elaboración en la sartén o el horno, puedes ir asando una deliciosa guarnición. Vale hasta para pelar una calabaza: se corta en trozos grandes, se perfora la piel con un tenedor y se pone unos minutos a potencia máxima. Luego, solo hay que templar y quitar la piel con pelador.
Efectivamente es muy sencillo hacer un huevo poché (con el que quizá no te atrevas lidiando con la necesidad de provocar una corriente circular en agua semihirviendo, aliñada con la justa cantidad de vinagre). Llena un poco más de medio vaso con agua, casca el huevo dentro y ponlo entre 60 y 90 segundos a potencia media. Dependerá del poder real de tu aparato: no te queda otra que probar. Freír no es más complicado (además de más limpio que usando la sartén). El secreto está en poner un chorrito de aceite de oliva virgen extra en un vaso, cascarlo dentro, pinchar la clara y cocinarlo 40 segundos tapado con un plato.